La Palabra me dice
Que los discípulos no entiendan, que nosotros no entendamos las predicciones de Jesús, entra dentro de lo normal. Pero no querer entender, no querer saber, o tener miedo a preguntar lo que no se comprende, es menos disculpable. Jesús ha escogido aquella subida a Jerusalén como método de aprendizaje de lo que deben conocer para que, cuando llegue, no sólo no se escandalicen, sino sepan asumirlo y encajarlo en los planes y en la vida de Jesús. Para ello, no sólo les habla de lo que va a suceder, sino del cómo: “en manos de los hombres”, “rechazado por los ancianos y por los sacerdotes”. Incluso les ha dicho que es necesario que todo esto ocurra, dándoles argumentos. Todo inútil. Ni entienden ni quieren preguntar, porque les da miedo.
La primera ocasión en la que Jesús les había hablado de su Pasión y Muerte fue cuando Pedro, en una reacción espontánea, muy suya, quiso persuadir a Jesús para evitar lo que les estaba pronosticando. Y, en justa correspondencia, recibió por parte de Jesús una de sus más duras reprimendas: “Apártate de mí, que no piensas como Dios, sino como los hombres”. Bueno, no sé cuánto tiempo habría pasado entre ambos anuncios, pero el hecho es que Pedro y sus compañeros discípulos seguían pensando, no como Dios, sino como hombres, sin haber avanzado mucho.
Por un lado Jesús responde a las necesidades de la gente, y hace realidad sueños y esperanzas… Por otro lado, anuncia que será preso y entregado en manos de los hombres, en manos de la gente. Algo no encaja. Jesús llega a las personas, lo sienten amigo y salvador, y les cambia la vida, pero… otros, en cambio, lo verán enemigo y no llegarán a Jesús. Y querrán quitarlo de en medio porque les dificulta y les complica la vida, y les hace perder sus pequeñas, o grandes, parcelas de poder. Está claro que Jesús no significa lo mismo para todos.
¿Nos llega o nos dificulta? Interesante pregunta para nuestra reflexión personal.
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