Colegio Don Bosco Iquique

Miércoles, 02 Diciembre 2020

Evangelio jueves 3 de diciembre 2020.

La Palabra dice

Mt. 7, 21.24-27 - “No basta escuchar”.

No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.


Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.


Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.

La Palabra dice

Mt. 7, 21.24-27 - “No basta escuchar”.

No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.


Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.


Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.

 La Palabra me dice

Las primeras comunidades habían experimentado la fuerza liberadora de la palabra de Jesús, y no podían sino entender que ser cristiano era esencialmente hacerla realidad. Lo habían escuchado largamente, pero una advertencia los puso desde el comienzo en aviso: no basta con oír, ni basta con hablar. Hay que vivir lo que se ha escuchado y se proclama en alta voz. Las obras son la única garantía de la adhesión vital a Jesús. Está claro que seguirlo no es cosa de un momento de euforia; que adherirse a Él es iniciar un camino que ya no se detiene más. Un proceso cuya principal tarea siempre estará por hacerse. Una posibilidad de plenitud humana, que no tiene límites.

La “casa” no está ya construida, ni la propia vida, ni la comunidad cristiana. Siempre será un proyecto a realizar, una nueva manera de estar en el mundo que pone sus cimientos en el evangelio y que en ese intento lo empeña todo. Y nunca será al margen de los otros, porque el “nosotros” es la garantía de su firmeza. Los granos de arena desintegrados no ofrecen ninguna consistencia, son solo frágiles fragmentos; pero consolidados no hay quien los mueva. El amor de hermanos es el aglutinante que hace de la arena, roca. Nos libra de la tragedia. Resiste vendavales y tormentas. Es el amor pronunciado en gestos y palabras, como lo vivió Jesús, lo que nos convierte en roca. Un fuerte simbolismo comunitario atraviesa esta breve parábola, que pone una vez más en jaque nuestras otras “seguridades”. No lo dejemos pasar…

Con corazón salesiano

En Mornés el Paraíso era el lugar de la alegría pura; y su anticipo, la experiencia que iban haciendo las primeras hermanas en la tarea de “construir” en lo cotidiano la comunidad fraterna, con la mirada puesta en la plenitud futura. Se sabía bien que había que ganarla no a base de palabras, sino de obras: “las palabras no conducen al Paraíso, sino los hechos”, escribe la Madre Mazzarello a las hermanas de la casa de Saint-Cyr. Y en ese trabajo ponían todas sus fuerzas de amor y perdón cada día, porque la tarea duraría toda una vida. Los “hechos”, las obras, debían vivirse en la alegría de la libertad con que elegían ir haciéndose hermanas en Jesús. No estaban solas en este renovado intento. La Madre lo armonizaba todo con la sabiduría de las maestras de vida. Compañía discreta, haciendo de las arenas piedra firme, grano sobre grano, con la fe de los arquitectos que sueñan obras grandes y por ellos lo empeñan todo. Caminaba entre ellas, también en las tormentas, como “piedra” firme; y no dejaba pasar el día sin haberles dado aliento con sus propias obras, invitándolas a poner en Dios toda la confianza. 

A la Palabra, le digo

Poner en tu Palabra mis cimientos. Construir, vivir desde ahí, a contra marcha.  Empeñarlo todo, intentarlo todo, sin desalientos. No basta escuchar, no basta con hablar… seguirte me apura a poner en gestos tus palabras. Elijo avanzar y “resistir” con otros, por los insistentes caminos del evangelio. Fortalecer mis pasos en la comunidad de hermanos. Lo que no pueda solo, siempre lo podré con otros. La comunión es roca, es resistencia, valor y convicción. Es el camino, para no resignar tus promesas, aún en horas de vendavales y tormentas.  

Link canción:

https://www.youtube.com/watch?v=46jbJUTFtBQ&ab_channel=GLADYSGARCETEOFICIAL

Fuente: donbosco.arg.or/youtube/google.

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