Colegio Don Bosco Iquique

Sábado, 10 Abril 2021

Evangelio domingo 11 de abril 2021.

La Palabra dice.

Jn. 20, 19-31

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.

La Palabra me dice

¿Cómo puede darse esta transformación? Los discípulos pasan a ser y a sentirse, verdaderamente, muy distintos; pasan a ser “otros”. La pascua los hace “nuevos”. Llenos de paz, éstos que eran miedosos. Enviados, éstos que estaban encerrados. Reconciliadores, éstos que fueron maltratados casi como secta herética por los judíos. Con autoridad de juzgar y retener pecados, éstos que eran juzgados y tenidos por débiles. Sí, la comunión con el Señor Resucitado renueva, reconfigura a personas y comunidades… En mi propia vida, experimento estas dos versiones de mí mismo y de las comunidades donde viví: versión “encerrados, amargados, terminales” o versión “jóvenes de corazón, misioneros creativos, esperanzados”; y noto que no se trata de “estados de ánimo” ni de promedios de edad, sino de “situaciones existenciales” y “diseños de vida” donde se da la primacía (o no…) a Jesús vivo en la vida cotidiana, el estilo de oración, y las opciones pastorales. 

Como salesiano, capto que sólo viviendo y orando con los jóvenes, fluye esta experiencia de presencia viva y vivificante.

A Tomás le cuesta creer la impensada continuidad entre esa “aparición misteriosa” y el Jesús torturado y muerto (última versión constatada por él de su Maestro). El texto proclama precisamente esta continuidad (casi una “ley de toda pascua”): el Resucitado es el Crucificado. Por eso, a Tomás le falta no tanto la verificación sensorial, cuanto la hermenéutica pascual: la Muerte martirial del Servidor-Cordero es la única que valida un Mesianismo victorioso; la Resurrección sí podía ser “esperable” (para un buen intérprete en las Escrituras) en un Muerto así.

La bienaventuranza del que cree sin ver me produce el escozor de ser “abismado” por Cristo a practicar una fe callada, “ciega”, a oscuras, de santo o de místico, no milagrera, desnudamente pendiente de una Palabra rica en memoria y promesas más que de “pruebas palpables hoy”. Registro por eso, con dolor e incomodidad, mis pragmatismos, mi tendencia a sobrerrazonar más que a abandonarme, mi apego a las seguridades de lo constatable y el ambiente (incluso pastoral) que me rodea, que “ya mismo” cree poder verificar todo si “ya mismo” se puede contar su número… Constato que la fe es una virtud asediada por estas mentalidades que me influyen. ¿Será por eso que a falta de fe y exceso de cálculo, tenemos a veces tan pocos sueños, corremos tan pocos riesgos, y movemos tan pocas montañas? ¿Será por eso que entre nosotros obran milagros pastorales, en cambio, los que muchas veces son tenidos por menos… personas cuya única fortaleza es su extrema, tozudamente extrema fe?

Con corazón salesiano

¿Cómo sabemos que Don Bosco fue un hombre de fe? ¿En qué cosas nos es más patente su condición radical de “creyente”? ¿En qué situaciones creyó “sin tener pruebas palpables a la vista”? ¿Qué prioridad, qué lugar tiene en su pedagogía, en sus ambientes, el educar en la fe, el conducir hacia Cristo? En algún momento, ya hacia al final de sus días, le preguntarán por su método…. Y él responderá: “Yo he ido adelante según Dios me lo inspiraba y las circunstancias lo exigían”.

A la Palabra, le digo

“Creo, pero aumenta mi fe”… “Señor mío y Dios mío”… ¡Frases para la oración del corazón de estos días!
¡Mi saludo de paz! Ayúdame a reflexionar sobre la Paz que doy en la liturgia eucarística y fuera de ella. Ayúdame a que no sea una frase vacía y un gesto que mi vida hace engañoso o ambiguo…
Soy Tomás, y reviso mis pragmatismos y exigencias de pruebas visibles, inmediatas y a mi medida.
Contemplo tu imagen, Señor. Contemplo llagas y costado, me quedo mirándote. Te miro y viene gente a mi memoria y a mi mirada… Ayúdame a reconocerte vivo y a amarte más que a nada en esta tierra.

Fuente: donbosco.org/ar/evangelizacióndonboscoiquique.

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