Evangelio según Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros’’.
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Con corazón salesiano
Sabemos que Don Bosco siempre establecía vínculos cercanos, inmediatos y valiosos. Su amabilidad y cercanía generaba confianza en los muchachos con los que se encontraba, como base de este vínculo de amistad. En el paradigmático encuentro con Bartolomé Garelli, aquel muchacho que en la sacristía de una Iglesia era reprendido por un sacristán porque no sabía ayudar a misa, cuando Don Bosco sale a defenderlo su primeras palabras fueron: “Déjenlo tranquilo, que es amigo mío”.
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A la Palabra, le digo
Señor Jesús, amigo nuestro, tu palabra de confianza nos sostiene, tu cercanía nos ayuda a estar seguros, tu invitación a amar a nuestros hermanos nos desafía. Gracias por poner como medida del amor la amistad, y que nos lo hayas demostrado con el ejemplo de entregar tu vida por nosotros.
Fuente: vaticannews.va/donbosco.arg/or/evangelizaciondonboscoiquique.
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