Mt. 5, 13-16
Jesús dijo a sus discípulos:
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”.
Con corazón salesiano
Volver al patio, recuperar la “palabrita al oído”, o el mensajito privado para los tiempos que transcurren: ahí habita nuestro recurso para sazonar nuestras palabras con sal. Como aprendimos de Maín y Don Bosco, como nos enseñaron tantos hermanos y hermanas, como alguna vez alguien se acercó con alguna palabrita de vida que nos nutrió hasta en el alma.
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A la Palabra, le digo
Nos cuesta el cotidiano, donde la tristeza devora, y los prejuicios parecieran volverse verdades ancladas. Soñamos ser palabra, que siembra y confía. Que la palabra siempre anime, que los oídos siempre se encuentren en salesiana sintonía. Fuente: donbosco.arg/or/evangelizaciondonboscoiquique.
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