La Palabra me dice
Me dispongo a encontrarme contigo Señor. Me abro a tu presencia viva y resucitada, tu paso pascual en mi vida, tu respiro en mis ansiedades. Trae luz a mi jornada con tu Palabra siempre viva.
En el fragmento que hoy leemos Jesús comienza hablando en tercera persona para inmediatamente continuar en primera persona, en un diálogo íntimo con el Padre. En donde reconoce que su tarea, por la que había venida al mundo, ya está terminada. El Maestro fue transmitiendo a lo largo de la vida pública el mensaje que Dios quería hacer llegar: su amor inmenso e incansable por la humanidad que se manifiesta en su Hijo muy amado.
“Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío”, qué bella expresión, el Padre y el Hijo se reconocen en este Amor recíproco. Siento que en este “todo” estamos nosotros, reconocernos pertenencia del Señor. Una invitación a seguir meditando en lo profundo de nuestro ser, reconociéndonos un “todo” y del Padre.
Serán ahora los discípulos quienes con sus palabras y testimonio darán vida a la Palabra del Señor y la transmitirán a todos los rincones de la tierra.
Y ahora, dos mil años después, ¿qué nos dicen a nosotros estas palabras que Juan pone en boca de Jesús?
Creo que podemos personalizar las palabras de Jesús como dirigidas a cada uno de nosotros.
“Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra”. Somos elegidos por él, donados por el Padre y, al menos en algún caso, iluminados por el Espíritu Santo y, en consecuencia, tenemos nuestra morada reservada en el Cielo en el abrazo de Dios. Tenemos la protección de Cristo frente a los enemigos, cualesquiera que sean. Solamente necesitamos permanecer en Cristo, ser fieles a Él. Lo demás se nos dará por añadidura.
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