Colegio Don Bosco Iquique

Martes, 26 Mayo 2020

Evangelio miércoles 27 de mayo 2020.

La Palabra dice

Jn. 17, 1b. 11b-19 – “Que sean uno, como nosotros”.

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: "Padre santo, cuídalos en tu Nombre que me diste para que sean uno, como nosotros. 

Mientras estaba con ellos, Yo los cuidaba en tu Nombre que me diste; los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.

Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.

Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como Tú me enviaste al mundo, Yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad".
 

La Palabra me dice

Ven Espíritu de Dios, calma nuestro corazón, serena nuestro ser, para poder escuchar con amor el regalo que la Palabra del Señor nos quiere revelar.

El texto del Evangelio de este miércoles es un fragmento de la oración sacerdotal que Jesús dirige al Padre, una larga oración de despedida, en el contexto de la última cena, antes del inicio de su pasión. Jesús es consciente de lo que se avecina para los suyos y quiere orar por ellos, presentarlos al Padre para que éste “los cuide y proteja”. 

La expresión “para que sean uno, como nosotros”, refleja la situación de la comunidad cristiana unos años después de la muerte de Jesús, la misma que a lo largo de la historia se ha dado entre nosotros, los creyentes: la dificultad para permanecer fieles al Evangelio, para no traicionar el don recibido, para no romper la unidad. Y es que la Iglesia es un barco muy frágil y al amor primero, a la pasión que llevó a sus discípulos y que nos llevó a nosotros a entregarlo todo, de repente se va desdibujando ese deseo profundo de entrega y sucede el tiempo de reconquistar espacios personales, seguridades y puestos. Y nos perdemos en demasiadas defensas y muros que nos hacen vivir fragmentados, y descentrándonos de aquel amor primero. 

Jesús pide al Padre que podamos ser uno, porque esta unidad, no es un añadido a la misión a la que Él nos envía, sino el rostro verdadero de ella. Dios es comunidad y el ser humano está llamado a reproducir esta comunión que es fruto del amor. Esta es la misión a la que los discípulos y también nosotros somos enviados en medio de nuestra gente. 

¿Cómo reflejaremos al Dios que es amor, si nuestras vidas hablan de divisiones?

Jesús reconoce el amor que tiene por esta comunidad de discípulos y un amor único por cada uno de ellos, y pide al Padre que los cuide en su nombre. Cuánta ternura expresan sus palabras en este texto, revelan su corazón y esa preocupación nos habla de su amor. Tal vez, necesitamos aprender, también nosotros a cuidarnos y guardarnos con ternura, creyendo siempre en la verdad y belleza que se esconde en el interior de cada persona.

Con corazón salesiano

Mientras meditaba el evangelio de hoy, me venía al corazón, la búsqueda de Don Bosco para buscar colaboradores en el Oratorio, con un profundo sentido comunitario, “para que sean uno” en el servicio a los jóvenes. Les comparto apenas un breve texto de las Memorias del Oratorio:

“(…) Con todo, como era necesario contar con alguien que me ayudase en los quehaceres domésticos y escolares del Oratorio, empecé a llevarme conmigo a algunos muchachos al campo, o a veranear, a otros a mi pueblo de Castelnuovo; también los invitaba a comer conmigo, o a venir por las noches para aprender a leer o a escribir, (…). Pero también me movía a hacer esto otra finalidad: relacionarme con los chicos, conocerlos mejor e ir escogiendo a aquellos en quienes viese que había aptitudes e inclinación para la vida comunitaria y que pudiesen vivir conmigo en la casa del Oratorio. Con ese mismo objetivo ensayé aquel año (1848) una pequeña tanda de Ejercicios Espirituales. Reuní en el Oratorio unos cincuenta, que también se quedaban a comer y a dormir, con excepción de algunos, que por falta de camas pasaban la noche en su casa y volvían por la mañana. Esto desafortunadamente les hacía perder algo del fruto de los sermones e instrucciones que se tienen en estas circunstancias.

Comenzamos el domingo por la tarde y terminamos en la noche del sábado. Nos dio un resultado bastante bueno. Muchos (…) mejoraron notablemente su vida. Algunos siguieron la vocación religiosa, otros, como laicos, fueron asiduos en su asistencia al Oratorio”.

A la Palabra, le digo

Que El Espíritu de la Verdad renueve, en este tiempo de Pascua, nuestras comunidades cristianas y nos fortalezca en la unidad.

 

Link canción : El Espíritu de Dios está en este lugar:
https://youtu.be/cDP1Ly6K6lM

 

 

Fuente: https://donbosco.org.ar/google.com

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